Tokio, Nikko, Takayama, Kanazawa, Kioto, Osaka… los samuráis son parte del pasado de Japón, pero su espíritu permanece anclado en los lugares que habitaron y las montañas donde guerrearon. Una ruta marcada por la espada. El español Alexis Racionero indaga en los caminos de los samuráis y nos comparte un delicioso artículo escrito para el diario La Vanguardia de España.
Los samuráis fueron la casta guerrera que dominó Japón durante la edad media, desde el periodo Kamakura, a finales del siglo XII, hasta la reforma Meiji en 1868. Samurou significa servir. Los samuráis fueron fieles sirvientes de sus señores feudales, los daimyos, jefes terratenientes quienes, a su vez, dependían de un shogun o comandante en jefe. Durante sus primeros años de existencia, los samuráis fueron poderosos combatientes, inmersos en duras guerras civiles entre los distintos clanes, que finalizaron en la gran batalla de Sakigahara, cuando el shogun Tokugawa los venció a todos y unificó el país. Bajo su gobierno, que reconocía al emperador como cabeza espiritual del país, Japón vivió tiempos de paz que pusieron en entredicho la función del samurái. Inicialmente, Tokugawa mandó invadir Corea en 1590 para mantener activos a sus guerreros, pero luego estos debieron reconvertirse ante el mandato de entregar sus armas. El tiempo del samurái había acabado. Algunos se convirtieron en ronin o samuráis errantes independientes, otros siguieron sirviendo aunque cambiaron sus espadas katana por artes marciales como el aikido o el jujitsu. Japón expulsó a los primeros colonos que introdujeron la pólvora y estuvo blindado de influencias exteriores hasta dos cientos años más tarde. En el siglo XIX, los samuráis volvieron a luchar contra su propio emperador para no desaparecer, pero el guerrero medieval ya no pudo con la moderna tecnología de las armas.
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Los años de aislamiento forjaron el carácter japonés identificándolo con la disciplina, el honor y la entrega del samurái. Durante este periodo conocido como Edo (antiguo nombre de Tokio) porque la capital se había trasladado de Kioto a esta ciudad, se escribió el Bushido o libro de caballería que contiene los valores morales del samurái. Sinceridad, lealtad, austeridad, moderación y mesura que se mezclaban con preceptos del budismo zen y la autóctona religión sintoísta. El primero aportaba la inmediatez de vivir en el presente, sin temor a lo que acontezca, bajo premisas minimalistas y de sencillez. El sintoísmo venera los espíritus de la naturaleza y cree que los ancestros moraban en los árboles. La naturaleza es muy importante en Japón como pasaje exterior e interno de jardines y las casas que esculpen el carácter o estado de ánimo de quienes los contemplan. Leer el artículo completo en lavanguardia.com
Autor: Alexis Racionero alexisracionero.com
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