La lealtad es una rara virtud en estos días, debemos rescatar este importante, pero descuidado principio del bugei, casi ignorado hoy día por muchos instructores y estudiantes de las tradicionales artes de combate.
Es lamentable notar el deterioro espiritual que ha emanado en los últimos tiempos de los practicantes de artes marciales; reflejadas a diario en las prácticas regulares en el dôjô, en demostraciones públicas y en competiciones deportivas. Estas burdas manifestaciones son como daga hiriente en el corazón de cada verdadero Maestro, cada dôjô, y cada estilo que le hacen sangrar, manchando la esencia misma del arte.
La lealtad que debe ser elixir cotidiano de todo ser humano y especialmente debería marcarse a fuego en el corazón del estudiante antes de entrar al dôjô, pues él debe poseer un aclara conciencia de cuál es verdadero objetivo en el mismo instante en que es aceptado para emprender el largo y serio (Do) camino como artista marcial.
Sin poseer el espíritu del principio, Chûsei es inadmisible enseñar el arte de la estrategia y la técnica a ningún estudiante y mucho menos que pueda entender y alcanzar el gran significado de Dô y Jutsu. Un verdadero estilo (Ryu) se crea, se reproduce y perdura en su conservación y trascendencia solo cuando sus seguidores encierran en su cuerpo y alma lealtad hacia sí mismos, a sus preceptos y a sus maestros. No deben aceptarse cambios ni transformaciones. Lealtad no permite acomodos, ni facilismo; lealtad es auténtica voluntad, coraje y honor, pues, ella se nutre de fidelidad absoluta hacia algo o alguien y es contraria a debilidades.
Practicar artes marciales es un privilegio que requiere carácter y dedicación, no es solo aprender, como muchos piensan, un sinnúmero de técnicas y habilidades corporales. Es seguir las enseñanzas del Budô y este no puede ser practicado sin el Chûsei no Kokoro.
En el camino que debe recorrer el practicante de artes marciales; sea estudiante, instructor o maestro, deben practicar, conocer, aplicar y conservar tres conceptos indispensables para desarrollar Chûsei:
1) Giri. Deuda de gratitud hacia su estilo “Arte”.
2) On. Deber y deuda de gratitud hacia sus maestros.
3) Makoto. Sinceridad.
Estas deben ser puestas a prueba en cada instante de su vida.
La lealtad de un budoka está siempre presente
En el dôjô cuando faltan las fuerzas por el riguroso entrenamiento y la voluntad empieza a ceder al no lograr dominar las técnicas que el maestro demuestra, o las que se deben pulir para alcanzar la aproximación a la perfección. Fuera del dôjô, cuando se necesita el coraje para enfrentar la muerte, no solo la física, sino la espiritual que es enfrentarse a la sociedad que critica y ofende nuestro arte, y nuestra conducta poco común para con los que nos empujan a manchar nuestro espíritu con debilidades tales como la arrogancia, el vicio, el rencor, las burlas y las ambiciones humanas desmedidas.
La lealtad al Maestro
En el caso de instructores y maestros, la lealtad hacia su estilo debe reflejarse en su conducta. Lealtad es sencillez, modestia; no arrogancia, extremismo, ni abuso de poder. Tampoco autovaloración del nivel técnico ni extravagancia. Un maestro debe conducirse con sobriedad en cada acto de su vida exigiendo y a su vez siendo ejemplo.
En el mundo de las artes marciales podemos definir la lealtad como la más hermosa, elevada y difícil manifestación de amor, la cual debe llevarse como premisa fundamental en el corazón del budoka. Pues sin ella, su arte no se consolidará jamás verdaderamente, ya que la misma porta la llave del desarrollo íntegro de cada estudiante y posteriormente de cada maestro, que deberá portar el principio ineludible de Shoshinsha (espíritu del principiante) cuando imparta el hermoso legado de su arte y no traer desvergüenza, deshonor, ingratitud y cinismo; sin honor (Kei-i).
Lealtad es fuerza de espíritu, ética, sacrificio, dedicación, compasión y disciplina. Cuando un maestro, que ha instruido por años a sus estudiantes y los convierte en sus discípulos en el arte o en su estilo, muere (o pierde facultades o ha sufrido cualquier otro incidente que lo separa de la conducción de su arte para continuar la instrucción en el proceso conocido como Shu-Ha-Ri), entonces el estudiante o instructor es cuando realmente se define como auténtico y leal discípulo al tomar la responsabilidad de su arte y su estilo como un embajador del mismo y lo transmite con toda su energía y espiritualidad. Continuando de esta manera el legado de su maestro, proporcionando así la conservación auténtica y digna de las experiencias técnicas, los principios, la estrategia y el propio esfuerzo amoroso que durante mucho tiempo él retomó de su maestro, para elevarlo a lo más alto del pedestal de sus sentimientos.
La falta de lealtad
Los alumnos que se resienten ante estos deberes solo pueden catalogarse como traidores, hipócritas y cínicos que solo persiguen las oportunidades y los elementos técnicos para obtener beneficio propio en su vida personal y privada. Estos son los que manchan, degeneran y destruyen los dôjô, estilos y vergonzosamente olvidan a sus propios maestros. Estos son los individuos que no trascienden en la generación del arte, por muchos logros que aparenten alcanzar ante los ojos ciegos de los que miran, les persiguen y aclaman con falsas adulaciones, son la vergüenza personificada de un legado que al final traspasará los umbrales de su propia y tristemente “celebre” historia, conduciéndolos en la mentira y mediocridad humana sin un posible retorno a la paz en sus vidas como objetivo supremo del Budô.
La virtud y la vileza
El verdadero Budô es coraje, integridad, humildad, respeto y lealtad; y esas virtudes se prueban en la vida diaria. No son decididas en el instante por la bandera de un árbitro. La senda correcta, por supuesto, es la más difícil. Los débiles la traicionan, los ignorantes la rechazan y los estúpidos la ofenden. En la memoria de cada maestro hay decepciones amargas por causa de alumnos que rechazan o vuelven la espalda. Pero también hay satisfacciones que cada alumno que se esfuerza, que permanece fiel, que es capaz de comprender y actuar y acatar cada precepto de la misma manera que aprende cada técnica. Y es la esperanza de cada maestro que las segundas sean mucho más numerosas que las primeras.
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Autor: Sensei Gerardo Balves
7º Dan Kobayashi ryu Kyudokan
Coordinador del Grupo internacional de Dojos Kyudo Mugen Kyudokan
Foto: Pixabay
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