El mundo fue testigo de cuando Leo Messi mostró su lado más humano al llorar frente a las cámaras y exponer su frustración por tener que abandonar el club que siente como su hogar. Ni la fama ni su cuenta bancaria le pudieron evitar ese trago amargo.
Ese es apenas un ejemplo de cómo la vida nos presenta desafíos a todos, a cada cual en su propia realidad. Nadie escapa a las pequeñas o grandes tragedias. Y habrá quien discuta que es preferible enfrentar las desgracias siendo rico. No obstante, la vida nos pone obstáculos que están siempre más allá de los recursos que disponemos. Las pruebas de la vida van mucho más allá del aspecto material.
Lo cierto es que mientras seamos humanos y estemos vivos vamos a tener que enfrentar y sobreponernos de las desgracias. Esto puede sonar a una condena o a un desafío estimulante, depende desde dónde se lo mire.
La realidad que vemos es una cuestión de perspectivas y cada uno de nosotros tiene opción de elegir desde dónde observa las circunstancias que atraviesa. Dicho en otras palabras, cada cual tiene la oportunidad de decidir cómo reaccionar a los acontecimientos que nos afectan.
¿Me declaro víctima y me dedico a mirar pasivamente las cosas que me pasan? O, en cambio, podría decidir removerme del entorno negativo o modificar las condiciones en las que me encuentro. Podría tomar acción, hacerme cargo, levantar la mano, buscar ayuda, encontrar aliados que me empujen a sobreponerme de circunstancias negativas. Obviamente, este tipo de criterio aplica al “caso por caso” y uno puede demandar un minuto; mientras otro, meses o años.
Desde una perspectiva optimista podemos empezar por apreciar y ser agradecidos de las cosas buenas que tenemos, como relaciones, amigos, comodidades, trabajo, comida, salud, techo y educación, entre tantos beneficios que damos por sentados. También desde ahí, se puede mirar a las circunstancias adversas como oportunidades, lecciones u ocasiones para aprender, crecer y desarrollarnos en sentidos que por voluntad propia no lo haríamos, dada la tendencia común de quedarnos en nuestra zona de confort.
Desde que nacemos aprendemos a comer, caminar, hablar, leer, y a medida que evolucionamos adquirimos conocimientos más y más complejos. Y hay creencias que afirman que hasta que la vida nos sigue presentando oportunidades similares hasta que aprendamos la lección. Antes de eso, creamos patrones de respuesta que nos hacen ‘tropezar con la misma piedra’.La clave está entonces en romper el patrón. Ese rompimiento demanda una respuesta distinta que la debemos aprender mirando qué no ha funcionado y qué debo modificar para obtener un resultado diferente. ¿Y cómo se hace eso? Usando las llaves maestras que nos llevan al desarrollo de virtudes que necesitamos adquirir para continuar nuestra evolución en nuestra experiencia humana.
Estas llaves nos permiten abrir puertas de acceso a una serie de virtudes que nos hacen evolucionar en nuestra experiencia de vida: como la paciencia, la compasión, la generosidad, la fe, el coraje, la amabilidad, el amor propio, la paz, la alegría, la empatía, la generosidad, la harmonía, la humildad, la espiritualidad, el autocontrol, el perdón y la perseverancia, entre otras.
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Las llaves son atención, aceptación, gratitud, franqueza y amor incondicional.
- La atención nos hace apagar el piloto automático, asumir una actitud activa frente a los golpes que recibimos para descubrir la lección detrás de ellos.
- La aceptación nos permite abandonar la resistencia, y así evitar la fricción interna que provoca querer que las cosas no sean como son. Aceptar la realidad es el primer paso para poder cambiarla.
- La gratitud nos abre el camino a actuar desde el reconocimiento de las herramientas que poseemos para enfrentar los desafíos: la decisión de actuar, el optimismo en un mañana mejor y la convicción de que merecemos salir adelante.
- La franqueza nos permite avanzar con autenticidad, sin máscaras y con la intención sincera de elevar nuestra experiencia para el bien propio y el bien de los que nos rodean.
- El amor incondicional, no es un amor romántico, sino más bien un compromiso inclaudicable con uno mismo y la vida propia, para hacer lo necesario para llegar a expresarnos en nuestra vida de la mejor manera posible, haciendo uso de nuestras capacidades únicas.
La invitación es que cuando sientas que te enfrentas a un desafío, te preguntes ¿Qué mensaje hay detrás de él?, y ¿Qué virtud necesito desarrollar? En meditación, puedes encontrar el espacio ideal para practicar este ejercicio. Escucha el audio que acompaña a este texto cuando consideres que necesites claridad para sobreponerte a una situación difícil.
Autor: Alejandro Garay – Coach Ontológico
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