El examen de grado (cinturón) es una de las tradicionales características del Karate japonés y una costumbre que hay que preservar y mantener con todos sus ingredientes, pues, cubre un aspecto importante en el desarrollo del karateka.
El examen es la base para determinar un resultado, aunque solo en un ámbito parcial. A eso habrá que añadir la actitud del aspirante durante las clases, día tras día, mes tras mes y año tras año, respecto a cualidades como humildad, tolerancia, disciplina, espíritu de sacrificio, interés, comportamiento, etc., valores muy importantes en el Karate y que el sensei evidentemente bien conocerá del aspirante. Realmente cuando un sensei examina a un alumno sabe perfectamente, si el aspirante merece o no el siguiente grado. ¿Por qué entonces hacerle pasar por ese mal trago? Pues en gran parte por eso mismo, porque pase por el mal trago, por la realización de un examen con la responsabilidad y presión que ejerce la búsqueda de un resultado positivo ante la mirada del sensei, de los compañeros, etc.
En efecto, el examen es algo por lo que hay que pasar para cultivar y desarrollar el control de esa situación de tensión y de los nervios que produce. Es una faceta más que hay que dominar en un Karate con dosis de disciplina y temple. Es un paso que ayuda al desarrollo moral y psicológico del karateka y que además le servirá en otros ámbitos de la vida. Un examen produce un estado de ansiedad y nerviosismo en el que resulta mucho más difícil controlar la actividad mental y física. Ese estado, de no ser dominado, no solo no es un atenuante ante una mala actuación, sino, por el contrario, se torna en un agravante, pues el Karate debe ayudar a controlar esa situación. Por eso, cuanto mayor es el nivel del grado (y siempre ya dentro del cinturón negro) menor es la importancia del examen, puesto que ya se ha pasado en numerosas ocasiones por ese trance, ya se ha demostrado muchas veces ese autocontrol y también el nivel técnico. En esos casos se valora ya otros conocimientos, actitudes y valores que forman parte importante del Karate más profundo e interno. No obstante, es tradicional que a veces algunos altos grados, 6º, 7º danes, quieran, al recibir oficialmente el rango, ofrecer voluntariamente una exhibición mostrando que su valía técnica y su saber estar.
Por todo ello, pensemos en los exámenes en realidad como en una ayuda a nuestro progreso y como un medio para que, junto a los otros requerimientos, se premie y valore de manera justa las cualidades demostradas del karateka. A veces, incluso, hay que ser parcialmente flexible ante determinadas situaciones muy concretas y especiales, como edad, lesiones, circunstancias físicas, … teniendo en cuenta los factores de cada aspirante para que el resultado sea lo más justo posible. Antes de introducirse en la práctica del Karate se piensa que un puñetazo es un puñetazo y una patada es una patada, sin mucho más. Cuando se lleva un tiempo practicando Karate, un puñetazo se convierte en mucho más que un puñetazo y una patada, en mucho más que una patada, por sus ingredientes y detalles técnicos, y sus variadas posibilidades. Sin embargo, cuando se llevan muchísimos años en el Karate, se da uno cuenta de que, en realidad, un puñetazo es solo un puñetazo y una patada es solo una patada, porque “superada” la fase de años en que se busca depurar y perfeccionar con rigor los aspectos técnicos se entra en una etapa en la que se va comprendiendo que la aptitud técnica es “solo” el vehículo para recorrer un Camino de valores personales como lealtad, disciplina, respeto, humildad y cortesía, … a través de la práctica. El grado también debe ser una expresión de todo ello. Podríamos decir que es normal que un karateka a los 20 o 30 años de edad quiera ser mejor que el resto; a los 40 ya debería buscar estar en armonía con los demás; a los 50 habría que transmitir un sentimiento a otros; a los 60 se debería ser capaz de motivar, y a los 70 posiblemente habría que pedir benevolencia a los otros.
La motivación
Un examen tiene, por otra parte, algo muy positivo también. Aunque no debería necesitarse una motivación para la práctica de una actividad, pues el placer debe producirse por la propia práctica, sí es cierto que a menudo hacen falta metas a las que dirigirse como empujón a la práctica cotidiana. El examen de grado, con fechas concretas, normativas concretas y programas concretos, ayudan a ello. Eso es algo positivo que tienen los exámenes, y muy a menudo cuando llega el día concreto de las pruebas, sus beneficios ya se han producido.
Son comprensibles los malos momentos cuando aparece el suspenso en un examen. Con el tiempo y la corrección de los factores que hayan provocado el suspenso, el aspirante podrá conseguir ser aprobado y en ese momento de verdad se sentirá orgulloso de su grado. Una vez más la labor del sensei se torna difícil y hay que recurrir a otra de las máximas del Maestro Gichín Funakoshi que dice “profesor y alumno no son uno, no son lo mismo”, indicando que a pesar de una posible amistad, cada uno ocupa un puesto y una responsabilidad diferente en el Dojo. Dominique Valera, a pesar de su enfoque primordialmente deportivo del Karate, siempre mantuvo que profesor y alumno, dentro del tatami, no eran lo mismo, y mantenía las diferencias y posiciones.
El examen es un medio para el progreso. No se debe pensar como buen profesor en aquel que “regala” los grados, pero sí aquel que tiene en cuenta más factores que el del examen. La suerte que necesitas para un examen la encontrarás en el día a día del Dojo.
Los exámenes de grado son un tema sobre el que reflexionar y también sobre la forma de aceptar sus resultados, máxime cuando son negativos. El maestro Yamazaki contaba qué pasó muchos años sin saber el motivo de sus suspensos para 1º Dan. Nunca preguntó ni se le explicaron. Esa es la actitud. Treinta años más tarde los supo, y por cierto, habían sido el exceso de confianza. El maestro Hironori Ohtsuka siempre ha hablado del exceso de confianza como uno de los males del Budo, junto al menosprecio, cólera, temor, etc. Dicho sea de paso, eran tiempos en que los exámenes no contaban con fecha previa, por lo que no se podían preparar específicamente durante los meses anteriores. Solo se conocía la fecha un par de días antes. Eso obligaba a estar siempre preparado, lo cual es más real. Ello forma parte también del Karate Tradicional. Ah, y por supuesto tribunales de examen siempre de karate-gi; nunca de chaqueta y corbata.
Pero además los grados tienen otra cara diferente, cuya función también es importante dentro de la estructura del dojo. Por supuesto, la mayor categoría de grado no implica necesariamente una superioridad técnica, ya que la participación en el proceso de ascensos (por examen, etc.) es voluntaria y no obligatoria. Por ello una persona puede perfectamente llevar practicando con efectividad un largo tiempo, pero al no presentarse a examen no ascender de grado. Ello, bajo mi punto de vista, y aunque por supuesto totalmente lícito, es un error en base a la estructura del dojo. ¿El motivo? EL ESPACIO NECESARIO PARA CRECER. La ¿explicación? A continuación.
Espacio para crecer
¿Qué puede ocurrir, por ejemplo, si un 1º Dan tiene más conocimientos y aptitudes técnicas que un 3º Dan por el hecho de que el primero no se ha visto interesado o atraído por la promoción o ascenso de grado, a pesar de que por sus conocimientos, técnica y tiempo le podría corresponder perfectamente un 4º Dan? Es más. ¿Qué ocurriría si un profesor es superado en grado por un alumno, manteniéndose ambos en activo, por el hecho de que el profesor no asciende de grado? Aparentemente, no pasa nada, pero… la realidad no es esa. Para empezar ello crearía un desconcierto entre los practicantes del dojo, sobre todo entre los que desconozcan los motivos del grado y conocimientos que ambos tengan. Y los estados de confusión nunca son buenos. Pero es más; en los propios implicados también se crearía una relación extraña (aunque perfectamente pueda ser respetuosa y amistosa) al tener uno de ellos mayor grado, pero saber que el otro, aunque con menor categoría, tiene mayores conocimientos y méritos. ¿Quién dirigirá la clase en ausencia del sensei? ¿Dónde se sentará cada uno a la hora de colocarse protocolariamente por categorías para los saludos rituales?, ¿quién llevará la iniciativa en los saludos, sabiendo ambos que debe llevarla el de menor grado (aunque el otro corresponda con respeto)?. Estos hechos del día a día no son en realidad el principal problema que plantea tal situación. El verdadero problema es que faltaría lo que llamamos “espacio para crecer”.
Para entender el concepto de “espacio para crecer” hay que ser consciente de que el tema de grados es una estructura en la que todo practicante sigue la estela de sus grados superiores y por supuesto, y principalmente, de su sensei. Es decir, un practicante es consciente de que sus grados superiores saben más que él (o así debe ser), y para que se mantenga un proceso normal y beneficioso para todos, ambos deben progresar en todo lo que conforma la estructura de las artes marciales tradicionales. Si un 3º Dan, por ejemplo, carece de interés por aspirar a 4º Dan, un 2º Dan (acostumbrado a ir por detrás, a tenerle como modelo, a ser influenciado por él…) verá coartada casi inconscientemente su posibilidad de ascenso. Es más, en muchos casos se podrá sentir incluso culpable de superar en grado a quien él sabe que es superior en conocimientos y práctica. Es quizá un poco confuso el entenderlo, pero lo cierto es que se trata de algo que está ahí y que puede perjudicar el correcto recorrido de este largo camino que es el karate, en nuestro caso. Nada que ver lo que intento explicar con el hecho de que alguien supere a quien iba por delante, pero por motivos de mayor práctica, calidad, conocimientos ante pausas en el entrenamiento del otro, inoportunas lesiones y otras causas.
El Maestro Tsutomu Oshima, una de las leyendas del Karate (Shotokan) y que fuera alumno de Gichin Funakoshi tiene la categoría de 5º Dan. Le correspondería a todas luces, atendiendo a tiempo ininterrumpido en el Karate alrededor del 8º-9º Dan, pero Oshima entiende que su Maestro Funakoshi le otorgó hasta el 5º y que además el propio Funakoshi llegó hasta 5º, por lo que él considera que es ese grado otorgado por Funakoshi el verdaderamente importante para él, y además que no puede ni debe tener más categoría que su maestro. Sus intenciones o motivos pueden considerarse entendibles y loables, pero se trataba de otra época y otras motivaciones. Ahora eso trae cierta confusión en algunos, ya que otros de menor categoría, de su misma escuela (aunque diferentes líneas) superan con creces ese grado y se ponen no obstante bajo sus órdenes rindiéndole pleitesía (esto último es una manera de hablar). En la actualidad, todos los maestros líderes vivos o muertos han accedido a grados superiores (8º, 9º o 10º Dan), con lo cual en este caso, una vez más, puede confundir al respetable, aun siendo una curiosidad más del karate. Su compañero de maestro, estilo e incluso ciudad de residencia desde hace varias décadas (Los Ángeles, California), así lo ha hecho.
Fumio Demura reconoce a este respecto: “Yo aún me considero 5º Dan, como los más tradicionalistas (se refiere a que hace años no existían grados por encima del 5º Dan). Fui 5º Dan durante más de 25 años, hasta que mi maestro me dijo que mis propios alumnos estaban alcanzando mi rango, por lo que me otorgó el 7º Dan” (grado con el que estuvo también muchísimos años).
Otro caso curioso es del Maestro y 8º Dan Masafumi Shiomitsu (de Karate Wado Ryu), quien hace relativamente pocos años decidió sustituir su Cinturón Negro por un Cinturón Blanco, eludiendo razones de “vuelta a los orígenes”, pureza, etc. ¡Como si entonces el resto de maestros de elevados “danes” y que mantienen su cinturón negro no tuvieran humildad, pureza, …(habrá algunos que así sea pero… ¿Todos?)! Si esas razones son una aparente humildad, en realidad el hecho resulta finalmente más bien una manera de hacerse notar, ya que no es lo normal y que ningún otro maestro ha hecho ese trueque. Además, lleva a la confusión entre los no conocedores de esos entresijos. Sin ir más lejos, el Maestro Jiro Ohtsuka, su jefe de filas, ha mantenido hasta su muerte el Cinturón Negro en su cadera, como corresponde.
El grado de Cinturón Negro y “Dan” en Karate, es un tema goloso por lo simbólico y por el dinero que mueve, pero hay que decir que su validez en realidad eminentemente moral, y depende en gran medida en el Karate Tradicional de las personas que lo otorgan y/o respaldan, sea en la organización que sea, pues los aspectos a tener en cuenta pueden ser sensiblemente diferentes. Por ello los altos grados “Dan” deportivos o de organizaciones deportivas no tienen hoy ya especial importancia en sí mismos (a pesar de la posible valía personal de muchas de las personas que los tienen) porque esa organización puede no ser moralmente competente en esa materia (ya que los grados “dan” son parte del aspecto tradicional del Karate y no del deportivo-competitivo, donde lo son las medallas y copas). Son tiempos ya en los que las diferencias son muy patentes y las organizaciones deportivas no representan lo que es la realidad del Karate y de hecho existe una gran cantidad de karatekas y maestros fuera de ese ámbito deportivo y que se estima como mínimo en otro tanto.
A menudo las instituciones deportivas del Karate atacan al resto en base a un intrusismo irreal y en el que muy a menudo, incluso muy al contrario, es el mundo deportivo quien es intruso en el auténtico Karate Do, el Camino del Karate Tradicional. Intrusismo no es el No pertenecer a la federación deportiva correspondiente, pues las características de las artes marciales tradicionales hacen que muchos consideren estar fuera de ella, mientras pertenezcan a organizaciones legalmente constituidas, lideradas por reconocidos maestros de prestigio y respaldadas en su caso por internacionales o con matriz en Japón, con esas mismas características.
Autor: Sensei Salvador Herraiz, 8º Dan
Instagram: @senseiherraiz
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