La palabra “marcial” efectivamente deriva del latín martialis, representando al Dios romano de la guerra, Marte (o Ares para los griegos). Y aunque hoy las denominadas “artes marciales” parezcan alejadas de lo militar para ciertos sectores de la sociedad, la realidad es que se encuentran estrechamente ligados.
La explicación es sencillamente histórica. La mayor parte de las artes marciales que hoy conocemos, tienen su orígen en Asia, más precisamente India y China, y desde allí se propagaron por todo el continente asiático, hasta llegar a todos los rincones del globo.
Las naciones que lucharon por expandir sus dominios, o simplemente sobrevivir, debieron desarrollar técnicas de combate en pos de lograr tales objetivos.
La competencia es natural en el ser humano, un deseo que permite crear, pero a su vez destruir. En occidente, la creación del deporte (juegos olímpicos en Grecia por ejemplo) fue una respuesta a ese deseo de competencia, evitando o buscando no llegar efectivamente al conflicto armado que dictamina cuál es la civilización más poderosa o débil.
El boxeo antiguo, la lucha o el pancracio fueron disciplinas de combate derivadas de este deseo natural de competencia, de probarse ante rivales dignos.
Sin embargo en oriente el desarrollo fue diferente. En aquel lado del mundo las disciplinas de combate tuvieron una relación muy fuerte con la religión. A diferencia de los monjes o sacerdotes de los 3 grandes credos monoteístas (salvo quizás los caballeros templarios y otras órdenes similares), los religiosos orientales no sólo llevaban una vida ascética, renunciando a placeres materiales o carnales, sino que cultivaban su cuerpo como agradecimiento, buscando defender su estilo de vida. El entrenamiento era parte fundamental de su crecimiento como seres humanos consagrados a una idea.
Es aquí donde lentamente el arte marcial comienza a separarse del ámbito estrictamente castrense, para convertirse en una herramienta de desarrollo personal. El arte de la guerra empieza a entenderse como parte de un cuerpo, que arma, desarma , desarrolla o destruye sociedades.
Conforme pasa el tiempo, aquellas artes de combate que salvan o acaban con la vida de alguien en la guerra son reemplazadas por la tecnología, pero lejos de quedar enterradas en los anales de la historia, son analizadas y repensadas como un camino, no solamente para el guerrero o soldado, sino para todo aquel ciudadano que se preste a estudiarlas.
En definitiva, las artes marciales son disciplinas de combate y pueden ser utilizadas estrictamente para acabar con la vida de alguien o defenderse. Pero el transcurrir del tiempo hizo que se transformaran en algo superador, que nos lleva a pensar no en sobrevivir, sino en cómo queremos vivir.
Autor: Santiago Brignole Araujo
Periodista. Un argentino por el mundo de las artes marciales de Japón. Historia, tradición y cultura del budo.
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