El cantautor argentino Juan Carlos Baglietto en uno de sus temas más famosos “El Témpano” recita algo que todo buen practicante de artes marciales anhela comprender en el ejercicio de su práctica. Baglietto lo ha captado y expresado maravillosamente a través de la música y la poesía:
“La lucha es de igual a igual
Contra uno mismo
Y eso es ganarla”
Gustavo Figueroa no canta, al menos como Baglietto, pero es sensei de aikido, y busca a través de su arte mejorar la vida cotidiana. Porque de eso se trata, simplemente, o no tan simplemente, de afrontar los desafíos del día a día de la mejor manera posible. De caerse y levantarse una y mil veces, de ganarle a uno mismo.
La primera vez
Cuando una persona toma su primera clase de aikido, lo primero que aprende son los ukemis (las caídas). En japonés “Ukeru” significa recibir y “mi” hace referencia al cuerpo. Ukemi significa “el cuerpo que recibe”.
Lo que se busca con este ejercicio, es que el principiante se enfrente a sí mismo y a sus sentimientos más internos, a sus frustraciones, sus miedos. Si el practicante puede pasar esa primera clase, posiblemente se quede a entrenar aikido por mucho tiempo, puesto que algo se ha despertado en su interior, algo por descubrir, un desafío, una búsqueda.
Los ukemis de la vida
El ukemi nos enseña que cada vez que caigo, me tengo que volver a levantar con el mismo envión con el que he caído y continuar en el camino. Pero esta enseñanza del ukemi, no es algo teórico, lo experimentamos con nuestro propio cuerpo, nos caemos, nos levantamos y continuamos.
Las caídas son parte de la vida, como también el levantarnos. La pérdida de un empleo, un divorcio, el fallecimiento de un ser querido, una pandemia, un disgusto, una pelea innecesaria, todo el tiempo estamos expuestos a estas situaciones y en el aikido se aprende a caer y sobre todo a levantarnos. Sin embargo tal vez lo más importante es que lo comprobamos con nuestro propio cuerpo, lo experimentamos
Es a través de la respiración, Kokyuho, que descubrimos el concepto básico del aikido: unificar la mente y el cuerpo.
Enriquecer la experiencia
En la práctica constante y metódica trabajamos la paciencia, la perseverancia, la constancia y vencemos el miedo a la frustración, porque aprendemos a no frustrarnos en cada caída, pues caemos todo el tiempo.
Luego de mucho tiempo de práctica el ukemi es asimilado, entonces ya es algo natural, ya forma parte de nosotros, somos así: me tiraron, me caí, me levanto y sigo mi camino. Es ahí cuando las caídas dejan de ser caídas, porque no nos son ajenas, nuestro cuerpo y nuestra mente, nosotros estamos preparados para recibirlas. Dejan de ser caídas y se convierten en ukemis.
Una vez que llegamos a ese nivel, en el que la caída no me frustra, adquirimos confianza, nos relajamos y disfrutamos de lo que hacemos, en el aikido y también en la vida.
¿Cuándo el aprendizaje es verdadero?
Si logramos ser sinceros con nosotros mismos, tener autocrítica para poder reconocer los errores y poder corregirlos, entonces el aprendizaje va por la senda correcta. Pero el aprendizaje no tiene fin.
Los despido con este proverbio japonés y recuerden “la lucha es de igual a igual contra uno mismo”:
Nana korobi ya oki: “Siete veces te caes, ocho veces te levantas”
Autor: Gustavo Figueroa. 5º Dan de aikido-aikikai
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