La filosofía que emana de las caligrafías que dan vida a las paredes de nuestro dōjō, son el pilar central en el que se sustenta nuestro Karate. Sin duda, cada una de esas las caligrafías de manufacturación propia, expresan y representan un pasaje de nuestra historia, quizá de algún episodio, ciertamente, de nuestras propias vivencias. La verdad es que cada una de las caligrafías colgadas, no sólo imprimen un significado especial al ambiente del dōjō, empapando la atmósfera de conocimiento y dotándolo de un cariz distinto al de una simple sala de entrenamiento.
Los hermanos Marcos y Víctor López Megía explican el significados de las caligrafías expuestas en Senkikan Dōjō
Es que las palabras, las frases que representan cada una de nuestras caligrafías, evocan poderosamente imágenes en el practicante que le conducen a pensamientos y acciones adecuados, propicios, actos para su entrenamiento y para su formación. Así, un dōjō, no es sólo el lugar donde preparar y acondicionar el cuerpo, sino también, el lugar donde forjar el carácter y donde cultivar el intelecto.
Una de esas maravillosas caligrafías, talladas en madera y ennegrecidas a fuego, es la que cuelga sobre la pared de los makiwara (machiwara en uchinaguchi). Reza: Togu migaku mainichi (Afilar y pulir todos los días). Dicha caligrafía parece indicarnos a todas luces que el perfeccionamiento es un trabajo que se hace a diario, que nada que merezca realmente la pena llega fácil y que cuando se abandona la práctica, aunque sea por un tiempo, se pierde, sin duda, como se pierde el brillo y el filo del acero que no se usa. Pero además, nos recuerda que esa práctica diaria debe hacerse siendo extremadamente cuidadoso si no queremos dañar el acero que trabajamos. Y es que a decir verdad, a nadie que no sea un perezoso escurridizo, se le escapa que es a base de la repetición constante y continua, como la técnica básica puede adquirir nivel para transformarse en técnica compleja.
Pero esto no es así de fácil, no es tan sencillo, al menos no lo es para la mayoría. Si lo fuera, cualquiera que estuviese decido y tuviese el tiempo y la disponibilidad necesaria podría ser capaz de conseguir casi cualquier cosa, de acceder a cualquier nivel. Bueno, eso es como decir que pasando muchas horas en una estación de tren voy a convertirme en un experimentado viajero. No, no si no sé cómo moverme. Por más repeticiones que hagas, no conseguirás acceder al siguiente nivel si te faltan una cantidad cualquiera de atributos físicos específicos que no has desarrollado antes. En pocas palabras, no podrás hacer lo que te gustaría hacer si no tienes control sobre tu cuerpo y sobre cómo te mueves. Entonces no se trata sólo de los atributos (fuerza, flexibilidad, etc.), sino de cómo aplicarlos hábilmente. Recuerde bien este último párrafo cuando vea algunos competidores de élite tratando de conseguir sus atributos a base de levantar peso. Eficacia y eficiencia, no es lo mismo pero deben de trabajar juntas y no hay una sin la otra.
Y entonces ¿cómo voy a conseguir esto?
Bueno, una vez que uno alcanza cierto nivel de control corporal, hay que empujar las habilidades hacia los límites para ver qué es posible. Evidentemente, todo bajo una conciencia corporal que me permita detectar el riesgo y prevenir la lesión (para eso hay que estudiar). Explorar y refinar, pero no alocadamente, sino con eficiencia, es decir, conocer los principios fundamentales del movimiento en cada habilidad. Saber que cada habilidad tiene unas cualidades esenciales que se deben trabajar de manera eficiente y consciente. Conocer los fundamentos del control corporal me hará ahorrar tiempo, pero ojo, recuerde que se trata de prueba y error, el dominio de las habilidades básicas a través de su repetición sientan las bases para acceder a las habilidades avanzadas porque me harán comprender qué necesito para no fallar. No se trata del número de repeticiones, sino de la cantidad eficiente de ellas.
La filosofía como parte del entrenamiento
Y aquí es donde cobra un papel primordial la filosofía de tu entrenamiento. Estamos hablando de que no se trata de ir con cierta frecuencia semanal al dōjō para que “te cuenten” y sudes la gota gorda mientras dejas la mente en blanco para olvidar los problemas de cada día. Estamos hablando de tener una atención o conciencia plena sobre aquello que estás haciendo. No debes olvidar que estás en un dōjō cargado de sentido, significado y filosofía y no en una sala de fitness donde conectas tus cascos y dejas que la música te envuelva mientras corres o pedaleas. Todo eso está bien, incluso puede tener su propia filosofía, pero un dōjō no es el lugar más adecuado para eso, al menos no debería serlo. Forjar la mente y cultivar el intelecto debe caminar de la mano con la construcción de un cuerpo hábil y ágil. La fuerza no nos va a acompañar siempre así que tengo que buscar cual será la mejor forma de sobrevivir. El desarrollo conjunto de esas tres facetas de la formación del individuo de la manera más eficaz y eficiente posible es lo que nos conducirá a la excelencia (shuu 秀), otra de las caligrafías de nuestro dōjō.
De tal manera, el dōjō habrá de convertirse en el terreno idóneo donde una persona pueda llegar a la excelencia en todos sus aspectos. Tenga por seguro que, acceder a la excelencia le situará en un lugar muy exclusivo, en un apartado rincón a donde muy pocos llegan y es mirado con recelo, pues la excelencia queda siempre reducida a las escasas personas que saben comprenderla. Mantenga entonces celosamente ese lugar bajo los dictados del trabajo constante, la humildad y el conocimiento. Será la mejor forma de aprender a cargar el pincel y lograr un mejor trazo cada día.
Autor: Sensei Víctor López Megía
Rokkudan Karate Kobujutsu Senkikan
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