Paseando un día con mi mujer, Michiko, por las calles de Fukuoka, muy cerca de la estación de Tenjin, nos encontramos con uno de esos entrevistadores un tanto cómicos de los programas de entretenimiento de la televisión japonesa. Aprovechando que había encontrado un gaijin que hablaba japonés, comenzamos a charlar y gastar alguna que otra broma y entonces se sacó una pizarra y me preguntó cuál era el kanji que más me gustaba del idioma japonés. Después de pensar un rato, me vino a la mente la palabra kizuna, que podríamos traducir por “vínculo de unión”. Había transcurrido escasamente un año desde el devastador terremoto y posterior Tsunami que afectó a la zona de Tôhoku y a la central nuclear de Fukushima, con un enorme número de víctimas mortales y un coste económico sin precedentes. Fue a raíz de dicho desastre cuando esta palabra cobró nuevas dimensiones y se grabó en la conciencia de todos los japoneses como clave para una recuperación más rápida, sin perder la esperanza en el futuro. Hace escasamente unos días, el nuevo Primer Ministro de Japón, Yoshihide Suga, enunció públicamente los cuatro principios básicos en los que se asentará su política, siendo kizuna el que engloba a los otros tres, conformando un sistema de comportamiento individual y colectivo dirigido al bien común. El primer principio es Jijyo 菱燎 y podría traducirse como “ayudarse a uno mismo”. Implica la responsabilidad del ciudadano por cuidar correctamente de sus propios asuntos, tanto de su salud, como de su economía. El esfuerzo diario del individuo es el motor de su familia. Los hijos se preparan de manera diligente para convertirse en shakai-jin o “personas sociales”. Para ello estudian con perseverancia, superando los sucesivos exámenes de acceso del exigente sistema educativo japonés, el cual, además cuida mucho que sea uniforme en todo el archipiélago, de manera que todos aprendan la misma historia, la misma literatura, etc. Por supuesto en Japón existen dialectos, algunos de los cuales no tiene nada que ver con la lengua estándar o Hyôjyungo, sin embargo, ninguno de ellos se usa o aprende en el sistema educativo, sino que su uso se limita al plano de la familia o del territorio correspondiente. Cuando varios japoneses de distintas regiones hablan entre sí utilizan el japonés estándar por respeto y para facilitar la comunicación.
El segundo principio se denomina Kyôjo 묾燎, que significa “ayuda mutua” y se refiere a la solidaridad entre vecinos, territorios, etc. Las comunidades en Japón son un magnífico ejemplo de colaboración. Desde los Kôminkan o “casas del pueblo” donde se organizan todo tipo de eventos culturales y de cursos, a los deberes de los vecinos hacia la conservación de la limpieza de calles, etc. Recuerdo, por ejemplo, tener que salir a limpiar rastrojos todos los vecinos del lugar donde vivía un domingo por la mañana temprano. Nadie se quejaba ni ponía mala cara. Al contrario, todos iban encantados de la vida y sin rechistar, acostumbrados desde pequeños a limpiar su propia escuela por turnos. Este principio se manifiesta en multitud de asociaciones sin ánimo de lucro que prestan servicios a la sociedad. Desde personas que se reúnen a limpiar las playas y retirar envases de plástico, a quienes enseñan gratuitamente japonés a extranjeros inmigrantes, o los que forman patrullas para vigilar que los niños vayan seguros al colegio. . Este tipo de conducta grupal siempre enfocada a la mejora de las condiciones de vida de la comunidad no es algo nuevo en Japón, sino que ya encontramos ejemplos en normas y decretos antiguos. Fue, por ejemplo, Yoshimune Tokugawa (1684 – 1751), 8º Shôgun del Bakufu de la época Edo, conocido popularmente por Abarembô Shôgun (El Shôgun alborotador), el que introdujo entre el pueblo los denominados Meyasu-bako o buzones de sugerencias, en los cuales los vecinos podían aportar sus ideas para la mejora del gobierno.
Esos mismos buzones siguen existiendo en muchas empresas japonesas, como una forma de mejorar la producción y el propio bienestar de los empleados. Esta costumbre está también relacionada con la política actual, ya que, por ejemplo, el propio Primer Ministro Suga se ha fijado como propósito la creación del denominado Tatewari 110 ban lo que vendría a ser un mecanismo directo de participación del ciudadano a través de sugerencias e ideas para agilizar la Administración. El tercer principio, en la cúspide de la pirámide organizativa, sería el de Kôjo 公助 o “ayuda pública”.
Cuando el individuo con su esfuerzo o la colectividad no son capaces de salir adelante, es el Estado el que debe prestar todos los servicios imposibles de realizar de manera privada. Esta idea está presente, por supuesto, en la mayoría de estados modernos.
Los hospitales, la policía, las carreteras, las fuerzas de autodefensa, son, obviamente responsabilidad de los dirigentes y deben llegar por igual a todos los ciudadanos. La diferencia quizá estribe en la importancia que se le da en Japón al punto que he expuesto al principio, kizuna, y en la observancia estricta de los dos primeros principios por parte de la población.
Cuanto más se esfuerza el individuo y cuanto mayor es la ayuda desinteresada entre los miembros del colectivo, menos se necesita la ayuda del Estado. Pero a la vez, cuando los ciudadanos se esfuerzan con responsabilidad son también más exigentes con quienes les dirigen, no perdonando ni la indolencia, ni la mentira, ni la corrupción y mucho menos el delito. El dinero “público” en definitiva, es el dinero de todos aquellos que con su esfuerzo dan parte de sus ingresos al Estado, y su uso debe ser responsable y adecuado para mejorar sus condiciones de vida.
El enorme vínculo de unidad entre todos los japoneses, su responsabilidad absoluta (pública y privada), su repulsa hacia el delito o hacia comportamientos deshonrosos o antisociales, como la mentira o el engaño, hacen de Japón una sociedad que funciona y que está centrada en su progreso. Sin duda, algunos sentirán envidia y verán cómo en nuestro país, desgraciadamente, no se cumplen muchas de las condiciones que he expuesto. Yo creo, sinceramente, que el problema no se encuentra en la cúspide, sino en la base. Necesitamos con urgencia recuperar la cultura del esfuerzo y la creencia en valores morales sólidos que nos permitan tener esperanza en el futuro.
Autor: José Antonio Martínez-Oliva Puerta (obras publicadas)
Profesor de japonés, 5º Dan ZNIR iaidô MJER
Gentileza: Editorial Alas / www.elbudoka.es
Foto: Pixabay
Visita Tienda Mokuso Productos de diseño con Espíritu Samurái
Visita Librería Mokuso Libros digitales de karate, zen, arte y cultura japonesa
Apoya a Mokuso
Necesitamos tu apoyo económico para hacer una revista de calidad y con valores sociales.