El término deriva del latín «’hŭmĭlĭtas, ātis, f. humilis’», que se traduce no solamente como humildad, sino también como bajo de la tierra y el humus. Debido a que el concepto alberga un sentido intrínseco, se enfatiza en el caso de algunas prácticas éticas y religiosas donde esta noción se hace más precisa. También ser una persona humilde se asocia a ser persona modesta.
Miguel de Cervantes dice en el famoso Diálogo de los Perros que “la humildad es la base y fundamento de todas virtudes, y que sin ella no hay ninguna otra que lo sea”. La modestia y la discreción mejoran las demás virtudes y enriquecen la personalidad.
El término humildad, como también lo dice la Real Academia, se usa muchas veces en sentido peyorativo, ya que puede significar pertenecer a un hogar de recursos limitados, o confundirse con sumisión.
Desde el punto de vista virtuoso, consiste en aceptarnos con nuestras habilidades y defectos, sin vanagloriarnos por las primeras. Del mismo modo, la humildad es opuesta a la soberbia, una persona humilde no será pretenciosa, interesada ni egoísta como lo es una persona soberbia, quien se siente autosuficiente y generalmente hace las cosas por conveniencia.
Según los grandes maestros, las artes del Bugei se rigen o deberían hacerlo, por el respeto, la cortesía y la humildad. Sin embargo, en un código tan célebre como el Bushido, no se formula la palabra humildad a lo largo de sus siete capítulos de ética o comportamiento… ¿O sí?
Los siete preceptos del Bushido, que están basados en la filosofía de Lao Tse, nos hablan de:
1) YU. El coraje o valor heroico, que es fuerte e inteligente. El samurai o guerrero desarrolla el coraje y hace que su cuerpo ejerza el control sobre sí mismo para reemplazar el miedo por el respeto y la precaución: “el valiente no sigue los pasos de la estupidez”.
2) REI. Cortesía, el samurai es cortés con sus enemigos, no necesita demostrar su fuerza. Se recibe más respeto por la forma en tratar a los demás que por la destreza en la batalla. La fuerza interior sólo debe ser mostrada o invocada en las situaciones límite: “un alma sin respeto es una morada en ruinas”.
3) JIN. Compasión, mediante el entrenamiento uno se convierte en rápido y fuerte. Adquiere el poder para emplearlo en beneficio de todos, aunque su lealtad es para el señor… se debe ser compasivo con los compañeros.
4) GI. La justicia, ser honrado con todo el mundo, ser justo. Sólo existe lo correcto y lo incorrecto.
5) MEIYO. El honor, hay un sólo juez para juzgar sus actos y es uno mismo. Como tomes o ejecutes tus acciones, estas reflejarán qué o quién eres: “la muerte no es eterna, el deshonor, si”.
6) CHUGO. La lealtad, los samuráis son leales a su señor y también leales y responsables hacia los que están bajo su mando, de lo contrario respondían con su vida. En la mayoría de los casos, de forma voluntaria y espontánea.
7) MAKOTO. Sinceridad, valor. Para los samuráis no cuenta “dar la palabra o prometer”, cuando hablan es como si la cosa ya estuviera hecha. No hay nada que pueda detenerlos en su ejecución… sólo su muerte.
Hasta aquí hemos visto una de las múltiples explicaciones que pueden encontrarse en torno a un código de comportamiento que se hizo famoso en el mundo medieval de los samuráis, el Bushido. Un código que bien puede ser aplicado en nuestros días y trasladado, entre otros destinos, al mundo de las artes marciales actuales. Un ejemplo que nos sirve para entender un poco la “humildad”. Hemos podido observar que entre esos siete valores o fundamentos no se menciona explícitamente la palabra “humildad”, pero nos preguntábamos si esto era así.
Veamos por orden que pueden encerrar esos preceptos en torno a la humildad:
Respeto y precaución. Sugieren tener en consideración al oponente o al prójimo. Significa considerarle, o al menos igualarte a él, una forma de humildad. Es una estupidez no considerar al adversario: “conoce a tu adversario y te conocerás a ti mismo”.
Si respetas, serás respetado. Aquí se produce una igualdad. A quien se respeta, de alguna manera se le teme, se le considera, no es necesario que demuestre su fuerza, pues, se la supone. Quien alardea muestra su debilidad. Respetar pues, es otra forma de humildad.
Compasión. Aquí no es necesario extenderse, piedad, misericordia, clemencia, humanidad y perdón, son sus principales sinónimos. Disponer de estas consideraciones hacia nuestros semejantes conlleva naturalmente la humildad.
Ser humilde requiere ser justo. ¿Puede uno ser humilde sin ser imparcial, ecuánime o recto? No. Si decimos que el respeto es muestra de humildad, ser justo consigo mismo y con los demás se convierte en necesario.
¿Puede una persona humilde, ser deshonesta? Hablamos de humildad como virtud, entonces si somos fieles tanto en nuestro interior como en el exterior, estamos hablando de honestidad. Si como persona carecemos de honor, carecemos de una parte de los valores intrínsecos que comporta esa virtud y si, por el contrario, hacemos del honor una forma de vida, no cabe duda, que tendremos la humildad como compañera fiel.
La lealtad es rectitud, la rectitud requiere ser ecuánime, justo. De alguna forma volvemos a lo mismo, estamos hablando de un entorno en donde reside la humildad.
Debes tener cuidado con el camino que sigues, pues las palabras de un hombre son como sus huellas, puedes seguir a un hombre a través de sus palabras allá donde quiera que él vaya, pues decir y hacer debería ser la misma cosa. Ser sincero significa ser franco, sencillo, humilde.
Soy practicante de un Arte Marcial, y aun así no me considero con fuerza o inteligencia para deliberar o hablar sobre ella. Mucho menos, pues, podría hacerlo sobre otras distintas a la mía.
Si en tus asuntos procedes con humildad, no cabe duda que serás más querido y naturalmente reconocido. No se puede alcanzar la gloria o el reconocimiento, siendo soberbio o figurativo, pues al final siempre te descubrirán, o tú mismo descubrirás lo que verdaderamente eres. Por el contrario, hazte pequeño en las grandezas humanas y te otorgarán, más que alcanzar, ese reconocimiento o gloria.
La humildad ha sido usada muchas veces por los maestros de artes marciales como condición indispensable para poder aprender y poder aspirar a cierta sabiduría. Pero esta humildad también aparece relacionada con su opuesto, el orgullo. El orgullo es también un concepto que aparece en casi todas las tradiciones de las enseñanzas marciales, luego nos hallamos también ante un concepto importante.
Nuestra libertad termina allí donde empieza la de nuestros congéneres
Lo mismo sucede con el término “orgullo” referido anteriormente. Uno puede y de hecho debe sentirse orgulloso de sus logros, de sus virtudes. Siempre que este orgullo sea interior, pues se trata de un autorreconocimiento al trabajo bien hecho, pero si ese sentimiento se transfiere al exterior, entonces el orgullo puede o suele aparecer bajo la forma de la jactancia, pedantería o inmodestia. Los laureles del triunfo suelen ser colocados al ganador, al campeón y éste ha de aprender a saber llevar ese logro con humildad y así será reconocido y recordado. Este orgullo camina de la mano de la humildad.
Pero si tú mismo te colocas el laurel y lo paseas con pavoneo, por muy campeón que seas, serás escasamente reconocido y pronto olvidado. Este es el mal orgullo, el que precisamente es enemigo de la verdadera humildad. Es ese orgullo que nos impide aprender, corregir, porque nos hace estar demasiado enamorados de nosotros mismos, justificando nuestros defectos y carencias.
Por todo esto es conveniente matizar el orgullo, pues, aunque forma parte de la tradición marcial, no debe confundirse con su significado literal y antagonista de la humildad, sino como un compañero, extensión o complemento de esta.
Si uno es humilde (o manso de corazón, como también suele decirse), aceptaría como normal la realidad de cada día, a los demás tal como son, a sus propias limitaciones como normales, a que otros piensen distinto. Aceptará con paz las ofensas. No querrá caer bien a todos. De esta manera no buscará ser siempre bien reconocido.
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Humildad y sabiduría
Los más grandes sabios, dicen que la humildad es una de las virtudes más difíciles que conquistar, pues consiste en saber que sabemos y que ignoramos, y esto es lo difícil, ya que necesitaremos conocernos bien a nosotros mismos. El respeto y la humildad son dos valores indispensables en un estudiante de artes marciales, ya que uno nunca termina de aprender, deben ser cualidades que se deben trabajar durante toda la vida.
Pero tampoco debemos confundirnos, humildad no es sinónimo de pobreza o de debilidad. Una persona no puede, por muy humilde que sea, tolerar que alguien que no sabe, o sabe menos que ella, intente darle lecciones para las que no está capacitado. Aquí debemos estar atentos.
Muchos de los practicantes de artes marciales van hoy día por ahí como locos buscando la verdad. ¿Qué estilo la posee? Para los grandes maestros la respuesta siempre es la misma: la verdad está en ti. ¿Cuál es el problema entonces? Saber buscarla, conocerte a ti mismo, aprender con humildad, perseverar.
Mucho se habla de ella en las artes marciales, pero después suele brillar por su ausencia. Basta con asomarse a cualquier gimnasio para observar numerosas escenas y actitudes soberbias, altaneras y exhibicionistas. ¡Malos tiempos para la humildad!
Unos exhiben coloridos trajes y cinturones, otros relucientes trofeos. Hay quien prefiere exhibir sus músculos, su agresividad o sus habilidades. El verbo “aparentar” tiene más letras que el verbo “ser”, decía un sabio. Y otro sabio lo confirmaba diciendo: “Todos parecen admirar aquello que asciende más deprisa. Cuando no hay nada que suba tan rápido como el polvo, las plumas y las virutas”.
Ligereza: saltos, acrobacias, giros, técnicas vistosas. Aunque luego carezcan de eficacia alguna y visibilidad. Destacar, gritar, competir, subirse a un podio, llegar antes o más alto. Más, siempre más. Más rápido, más potente, más flexible. Pero, ¿para qué? ¿Alguien se lo pregunta? ¿Adónde se quiere llegar más rápido? ¿Para qué sirve correr si no sabemos hacia dónde vamos? Los artistas marciales necesitamos pararnos un poco a reflexionar con humildad.
Estamos transformando las artes marciales en una agotadora competición. En una práctica circense. En una farsa. El camino no está en los músculos, ni en un cinturón, ni en el interior de una copa; está en nuestra cabeza. Hay que ser más humildes, porque eso nos hace más reflexivos, nos permite relativizar las cosas y valorarlas en su justa medida.
Los cinturones no son malos como motivación para los principiantes, pero justamente la madurez marcial consiste en superarlos. El cinturón negro no es más que eso: una correa de tela negra que sirve para recordarnos a nosotros mismos lo mucho que hemos entrenado, y lo muchísimo más que nos queda por aprender; no para impresionar a los demás. El arte no está ahí, está en nuestra cabeza.
Autor: Sensei Gerardo Balves
7º Dan Kobayashi ryu Kyudokan
Coordinador del Grupo internacional de Dojos Kyudo Mugen Kyudokan
Imagen: Mokuso
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