Karate, psicología y espiritualidad. La práctica del karate está profundamente enraizada a la milenaria filosofía oriental, una filosofía per se humana y espiritual. Con una visión holística de la vida, que hace al verdadero artista marcial.
Cuando se enseña un arte marcial no se puede dejar de lado etiqueta, la responsabilidad social y personal que el estudiante debe asimilar antes de aprender a dar un golpe. Pues, aun algo tan simple como golpear tiene su forma correcta de ejecutarse y debe de aprenderse dentro del contexto que brinda la disciplina del entrenamiento duro, constante y persistente del que quiere aprender un arte. No es algo meramente intuitivo como muchos creen. Es algo que requiere además de disciplina y constancia, dedicación. Aprender a dominar los propios instintos, el acto impulsivo y desordenado. La ira. El buen combatiente debe tener dominio de sí mismo para poder manejar un combate a su favor. Y es ese poder de autocontrol, el principal objetivo del arte marcial. La técnica bien ejecutada será su mayor.
El camino del guerrero
Por supuesto, el karate como arte debe entenderse en el contexto del budo, como la vía espiritual del guerrero más allá del arte de hacer la guerra. Es la vía del dominio de sí mismo que va desde la espada que mata, a la espada que da vida. Finalmente a la ausencia de espada. Es aprender a matarse para resucitar a una nueva vida. Es el camino que enseña la buena terapia psicológica y que debe ayudar a contruir una visión diferente de la vida sin perder la identidad. Es reconocer que cada uno vive en su propio mundo y en su historia. Que el otro puede integrarse a nuestras vidas sin restarnos identidad y sin perder la suya. Que hay lugar para la convivencia en este mundo. Y que es la propia percepción e interpretación de ese acontecer la que nos permite aceptar o rechazar, sentirnos bien o mal. Sólo cuando aprendamos a controlarnos, a conocernos y a hacernos responsables de nuestro propio ser; sólo entonces, podremos dominar la técnica, como lo hace un verdadero maestro.
Psicología y karate
El psicólogo y el instructor de artes marciales no difieren en sus objetivos. Ambos, cada uno a su modo, buscan que el alumno o el paciente encuentren su propio camino. El de la autosuperación. Pues el camino del ser humano debe ser siempre, hacer de cada experiencia, una buena oportunidad hacia la superación de uno mismo. En ese sentido, el trabajo del terapeuta y del instructor es ayudar a encontrar una vía que permita hacer frente a los obstáculos de la vida, en algunos casos superarlos y en otros saberlos aceptar.
La guerra es interior
La palabra “marcial”, significa “guerra”. De hecho, el origen de todos los sistemas de artes marciales, se remonta a la guerra. Así que sin importar qué sistema se practique, las artes marciales son una rama de lo que en la antigüedad fue “El arte de la guerra”. Como buscadores del budo, debemos estudiar también la psicología social y profundizar en las diferentes culturas espirituales que hubo en las diferentes épocas. Poder ver la cuota de pacifismo que contienen, contribuir a que nuestra sociedad sea mejor.
Muchas veces la pregunta debería ser: ¿Por qué en una sociedad moderna, en la que se supone que estamos más civilizados, estamos interesados en entrenar una actividad que es agresiva y a priori violenta? ¿Acaso esa violencia es parte de nuestra naturaleza humana?
Al estudiar a las antiguas culturas, observamos que casi siempre las disciplinas espirituales estuvieron relacionadas con las culturas guerreras. Por ejemplo, tenemos a los monjes del legendario Templo de Shaolin en China, que se entrenaban en las artes marciales, o los Yama Bushi que eran monjes guerreros de las montañas del Japón. Tenemos también una inmensa cantidad de guerreros de distintas culturas que siempre realizaban prácticas espirituales. ¿Por qué? ¿No parece esta una incongruencia? ¿Un hombre que se dedica al “arte de matar” o de lastimar a otro ser humano, puede ser espiritual al mismo tiempo? Y viceversa ¿Un hombre que se proclama “espiritual”, puede aprender a lastimar a otro ser humano y conservar la congruencia con sus creencias espirituales? ¿O tal vez para encontrar la paz, haya que conocer y dominar la violencia?
¿Qué aportan el karate en especial y las artes marciales en su conjunto a la sociedad?
1. Defenderse. Una marcada tendencia en los nuevos practicantes dice que quieren entrenar karate, es porque quieren aprender a defenderse. Sin embargo, una rápida reflexión puede indicarnos que ¡Defenderse es algo muy peligroso! ¿Acaso no sería mejor que trataran de implementar medidas de seguridad en sus vidas? De esta forma evitarían al máximo tener que enfrentarse a un delincuente o a una simple pelea callejera por cualquier cuestión, porque podría ser trágico, pues, aunque seas un practicante con muchos años a cuestas, siempre vas a correr el riesgo de que las cosas salgan mal. Aun así, por esta razón es que las escuelas serias deberían desarrollar programas para informar correctamente a las personas sobre los riesgos de la defensa personal en situaciones reales. Las artes marciales sí, te sirven para defenderte; pero…. Es tan peligroso defenderse que a veces es mejor que aprendan a prevenir. ¿Y… entonces por qué entrenar artes marciales de todos modos?
2. Hacer deporte. Sí, es verdad, las artes marciales han incluido desde la mitad aproximadamente del siglo pasado una parte dedicada al aspecto puramente deportivo y sin lugar a dudas que contribuye a la salud… pero y entonces: ¿Por qué no salir a correr? ¿Por qué no practicar baile o cualquier otro deporte? ¿Por qué realizar deporte dándole de “trompadas y patadas” a otro?
Bien, aquí empecemos a defender un poco esta pasión por las artes marciales, y todos aquellos que las practiquen con esa misma pasión lo verán también así: Son pocas las personas que no han practicado algún deporte o varios, pero la sensación de adrenalina, energía interior y poder que proporciona entrenar artes marciales, no las puede dar ninguna otra actividad. Después de una sesión de entrenamiento en la que “se deja el alma”, uno se siente renovado. El cuerpo está cansado, pero el espíritu se siente libre, poderoso y renovado. Visto desde el ángulo del deporte, entrenar artes marciales lo puede llegar a hacer sentir a uno: ágil, fuerte y elástico. La sensación de ligereza es extraordinaria y la mente está más despejada para lograr pensar con claridad.
3. Liberar el “estrés”. Cuando uno está verdaderamente estresado, nada ayuda más a liberar esa energía negativa, que una buena clase con cientos y miles de repeticiones. Cada golpe es como una explosión en la se descargan las presiones y los problemas… es sencillamente liberador. Con los dolores producidos por la dura práctica, uno se va dando cuenta de lo frágil que se es y se reconecta con el sentimiento de humildad, al recordar que la vida puede “derribarme” en cualquier momento si no estoy atento, al mismo tiempo que aprendo, que debo levantarme rápido (En el Dojo y en la vida).
4. Fuerza interior. Constantemente uno le dice a sus alumnos, sin importar ni edades ni sexos: “La vida no es fácil para nadie”, “la vida en realidad es dura, y tienen que hacerse más duros que la vida”. Yo creo que uno de los grandes males de la era moderna es: La comodidad ¡Todo es demasiado rápido y fácil! ¡Tenemos demasiadas comodidades! Y me parece que por eso el hombre moderno se ha “ablandado”. La mayoría de los males sociales, son producto de que el hombre se ha vuelto cómodo, flojo. El confort se ha convertido en un vicio, por el cual estamos dispuestos a sacrificar nuestra paz interior. Nos hemos vuelto tan “mimados” que nos la pasamos quejándonos de todo… ¡Y eso es un barril sin fondo, pues no hay comodidad o lujo que termine por satisfacer nuestros más extravagantes caprichos!
Alcanzar cualquier meta que realmente valga la pena, requiere de una gran fuerza, fuerza física y fuerza interior, determinación, carácter y disciplina. Pero estas cosas no se convierten en hábitos en nosotros, si no las practicamos y sobre todo, si vivimos en una sociedad que nos fomenta la comodidad y el confort como una finalidad en sí misma.
Entrenar artes marciales proporciona carácter, determinación y disciplina. Entrenar artes marciales te hace “duro”. En ocasiones, más duro de lo que se puede tornar la vida.
5. Fuerza espiritual. Bodhidharma (Tamo) descubrió que a sus monjes les faltaba disciplina, carácter y la fuerza física para soportar las largas horas de prácticas y meditación. Estableció entonces, el entrenamiento de las artes marciales como una disciplina oficial para los monjes, y fue así que surgieron los Monjes Shaolin.
¿De verdad las artes marciales son compatibles con la espiritualidad?
La verdadera espiritualidad es una guerra interior. Una expresión oriental dice: “¿Cómo luchas contra un enemigo que tiene ubicados sus ejércitos en tu propia cabeza?” Y quienes se hayan sobrepuesto a algún problema grande en la vida, podrán confirmar que esto es verdad, que muchas veces tú puedes llegar a ser tu peor enemigo. La verdadera espiritualidad radica en entender con humildad que estamos fragmentados, que estamos llenos de incongruencias, contradicciones, actitudes mecánicas y hábitos negativos. Debemos trabajar duro para erradicar todas estas cosas de nuestro ser, para poder sentir la auténtica paz interior
Las artes marciales son el contexto perfecto para enfrentar en la mente a los enemigos internos. No entrenamos únicamente para defendernos. Es bueno saber que si la extrema necesidad nos lleva a una confrontación, tenemos mejores argumentos de salir mejor parados, pero esa no debería ser la finalidad para lo cual entrenamos karate o cualquier otra arte marcial. Sino porque son el “escenario” en donde se desarrollan las batallas interiores entre lo que es “superior” y sublime, y las peores caras de nuestra humanidad. Tal vez esto fue lo que descubrió Bodhidharma, y esta “guerra” interior no cambia en el ser humano, aun cuando ya no vivamos en una época “bárbara”, como aquella en la que surgieron las artes marciales
Las artes marciales en la sociedad moderna
Las artes marciales sí, son violentas y agresivas. Pero la vida puede ser violenta y agresiva muchas veces. Hay otro dicho que expresa: “Si quieres paz, prepárate para la guerra”. Debemos dar por hecho que la violencia y la agresividad, son elementos existentes en la sociedad. Tal vez, algún día alcancemos un modelo de sociedad en el que la violencia sea emancipada por completo, pero todavía no vivimos en un mundo así; y el hecho de que no neguemos la existencia de la violencia, nos ayuda a estar preparados para evitarla y para enfrentarla con inteligencia si se nos presenta.
Esto nos regresa a uno de los planteamientos que hicimos al principio: ¿Es correcto para la sociedad aprender un arte que a ojos vista se presenta tan agresivo? ¿Es un paradigma correcto para cualquier persona, incluso para los niños?
Algunos psicólogos consultados al respecto luego de reflexionar un poco concluyen: Que sí, y no… que sí, en efecto entrenar artes marciales puede ser un paradigma correcto para algunas personas, y para otras no, y que aprenderlas puede ser bueno para algunos niños y para otros no.
Entrenar artes marciales, a ciertas personas, les infringe la dosis de “fricción” necesaria para crecer y desarrollarse como mejores seres humanos, mientras que, para otras, sí, les fomenta que sean más violentas. Grandes maestros del pasado y contemporáneos han rechazado alumnos por haberse dado cuenta que en ellos estaba demasiado a flor de piel la hostilidad, y no estaban abiertos a cambiar. También me ha tocado ser testigo de personas que utilizan lo que han aprendido de las artes marciales para abusar de otros. Tanto Instructores como padres de familia, deberían asesorarse bien para poder definir a quién enseñarle y a quién no, o si su hijo debería entrenar o no artes marciales, y llegado el caso un psicólogo puede darnos una opinión profesional.
Conclusión
Independientemente de si entrenamos artes marciales por deporte, para aprender a defendernos, o si las utilizamos como contexto para superarnos, una cosa sí es un hecho: Las artes marciales nunca pasarán de moda. Se dieron a conocer abiertamente al mundo en los años 50 y nuestra sociedad las ha acogido bastante bien, tanto, que cada vez se suman más y más personas en entrenarlas. Detrás de un practicante serio y consecuente podemos ver que hay horas de dedicación apasionada.
Aunque en el futuro alcanzáramos un modelo de sociedad de excepción, en el que la violencia se haya extinguido por completo… aun así, es bueno imaginar que se van a seguir entrenando las artes marciales, como una forma de alcanzar el autocontrol. Además, vale la pena preservar un arte, que si bien se desarrolló en épocas sombrías de la humanidad, en medio de guerras descarnadas; también expresa en sus movimientos la belleza que puede florecer del ser humano cuando su energía es bien conducida.
Autor: Sensei Gerardo Balves
7º Dan Kobayashi ryu Kyudokan
Coordinador del Grupo internacional de Dojos Kyudo Mugen Kyudokan
Foto: Pixabay
¿Te gustó Dojo Apuntes?
Hacete socio de Mokuso y ayudanos a construir una revista de calidad.