Los Siete Samuráis (1954) de Akira Kurosawa. Un clásico atemporal. Hablar de «Los Siete Samuráis» para muchas personas de mediados del siglo XX, incluyéndome, evoca un clásico que ha influido en muchas películas posteriores y del cual se puede hablar en varios sentidos; esto es precisamente lo que hace a una película clásica. Sin embargo, ¿la generación del siglo XXI en la que vivimos tendría la paciencia para disfrutarla?
Viajemos en el tiempo, el afamado director japonés Akira Kurosawa, quien se formó en el cine en el periodo de la preguerra, ya había conquistado occidente con la película “Rashomon”, una compleja historia que inaugura el formato de diferentes versiones para un mismo hecho. Su siguiente proyecto, quería que fuese una película entretenida apta para todos.
La primera idea que surgió fue la de crear una película que capturara un día completo en la vida de un samurái, desde el momento en que se levanta hasta la tarde, cuando, a raíz de un error, se ve compelido a llevar a cabo el ritual de suicidio conocido como seppuku. Sin embargo, esta concepción no terminó de convencer al equipo, lo que les llevó a evolucionar hacia una nueva y apasionante idea. Esta nueva propuesta se centraría en la exploración de duelos significativos protagonizados por distintos samuráis históricos, constituyendo la premisa fundamental de la película. La narrativa se conformaría mediante una secuencia de clímax, destacando los enfrentamientos de renombrados samuráis como Miyamoto Musashi, Tsukahara Bokuden y otros destacados personajes de la historia japonesa.
Nuevamente, esta idea tampoco logró consolidarse debido a su falta de unidad narrativa. Fue en ese momento cuando Akira Kurosawa tuvo la revelación de explorar lo que acontecía en el Japón del siglo XV, una época que marcó el país con la guerra constante, conocida como el periodo Sengoku, en el cual la ley escaseaba debido a los conflictos perpetuos entre los diversos señores feudales. La pregunta que impulsó su creatividad fue la siguiente: ¿Qué sucedía con los campesinos que se encontraban acosados por bandidos que los asaltaban, incendiaban sus hogares, cometían abusos contra las mujeres y saqueaban sus cosechas? Kurosawa encontró una respuesta fascinante: muchas aldeas contrataban a ronin, samuráis vagabundos sin amo, para que los protegieran.
Así, un atribulado y remoto poblado campesino, envía a algunos de sus miembros a reclutar a un grupo de ronin para que luchen en contra de unos bandidos que se rumorea que están a punto de lanzar un ataque devastador contra ellos.
De las peripecias para conformar el equipo, el viaje al poblado, el entrenamiento, la preparación para la defensa y el ataque final es de lo que trata esta película en sus más de tres horas de duración.
La película tuvo una producción muy compleja debido a continuos retrasos por problemas climáticos, de presupuesto largamente rebasado y por el propio perfeccionismo de Kurosawa, lo que como siempre fue un gran dolor de cabeza para los estudios Toho. La filmación se extendió por más de un año. Se dice que un obvio problema es que los bandidos asaltantes serían 30 en 30 caballos, pero en el Japón de los 50 aún fuertemente afectado por la posguerra, no había 30 caballos.
Había que construir una aldea desde cero y planificar y ejecutar complejas secuencias de masas, lo que llevo una y otra vez al retraso de la filmación hasta el punto de estar cerca de ser cancelada. Cuando estos momentos ocurrían, Kurosawa se iba de pesca a esperar que el estudio llegase a la conclusión de que era más fácil poner más dinero sobre la mesa que cancelar todo.
Cuando se estrenó, la película fue un rotundo éxito y se convirtió en una de las primeras obras del género de cine de samuráis de la posguerra en ser reconocida y apreciada en todo el mundo, dejando un impacto duradero más allá de las fronteras de Japón.
¿Por qué es tan buena? Porque el talento de Kurosawa estuvo centrado en crear una buena historia coral con 7 disímiles guerreros liderados por Kambei, interpretado por el veterano Takashi Kimura y dentro de los que se encontraba el estrafalario Kikuchiyo interpretado por la estrella en ascenso Toshiro Mifune.
Cada uno de los siete personajes principales encarna un arquetipo específico de guerrero, Kambei, el líder, noble y desinteresado, sabio por experiencia, dice que ha peleado muchas batallas, pero siempre del lado perdedor. Kyuzo, el valiente y silencioso experto de la espada, Katsushiro, el joven soñador e idealista que se escapa de su casa para ir a la aventura, convirtiéndose en discípulo de Kambei, Shichiroji, el asistente de Kambei, un experimentado lancero, Gorobei, experimentado e ingenioso, Heihachi, no muy experto, pero confiable y alegre.
Cerrando el grupo Kikuchiyo un extraño y rocambolesco personaje, no es realmente un samurái, aunque trate de hacerse pasar por tal, es el hijo de un campesino, de carácter volátil es el alivio cómico y el nexo de unión de las dos clases sociales que deberán trabajar juntas para sobrevivir, en el trance que cuenta la película, los campesinos y los samurais. Magistralmente, interpretado por Toshiro Mifune, quien se muestra una vez más como una fuerza de la naturaleza en acción.
Esta película fue además la que inaugura el género de misiones peligrosas que necesitan un equipo variopinto de personajes que puedan salir adelante con el trabajo, género que hemos visto en muchas películas posteriores como “Doce del Patíbulo”, o las más modernas películas al estilo de “The Expendables” de Sylvester Stallone.
Influenció en su tiempo a grandes cineastas de todo el mundo que se inspiraron en su historia y sus soluciones técnicas y visuales, tales como George Lucas, quien la vio en su Universidad y desde ese entonces quedó fascinado por Kurosawa, tanto que usó algunas ideas sus películas, “La Fortaleza Oculta”, “Star Wars”. Francis Ford Coppola también quedó encantado, al punto tal que años después tanto él, como George Lucas, ayudaron a Kurosawa en los años 80, a financiar “Kagemusha”, otro clásico del cineasta japonés.
Debido al éxito de los 7 Samuráis, Hollywood produjo un remake adaptado al western en los años 60, “Los 7 Magníficos” de John Sturges, dice la leyenda que Kurosawa quedó muy contento y le habría enviado una Katana a Sturges como reconocimiento a su trabajo. Inspiró directamente el largometraje de Pixar “Bichos” e incluso muy recientemente fue homenajeada por la exitosa serie “The Mandalorian”, en su primera temporada, episodio 4 “El Santuario”.
Los temas que trata, son fundamentalmente la unidad de la gente ante un mal común, la cooperación entre todos, pues los aldeanos desconfían de los samurái, incluso les temen, pero los necesitan, por otro lado, los samurái en general desprecian a los aldeanos, salvo los héroes que se compadecen de su situación y que apelando a un factor humano deciden arriesgar sus vidas apenas a cambio de techo y comida.
Desde el punto de vista técnico, la película fue una novedad para su época, pues Kurosawa no quería un drama convencional, con los típicos manerismos del teatro Kabuki, al que eran afectas las películas japonesas de antes y después de la 2.ª Guerra Mundial, quería algo diferente, tanto en la ropa, como en las peleas y la forma de filmarse.
Kurosawa para las peleas y batallas, usa lentes gran angular que le permiten filmar una sola escena una vez desde varios puntos de vista, resaltando la fotografía en blanco y negro las emociones de los protagonistas, y a la vez haciendo un uso de las cámaras lentas para resaltar el sentido de alguna de sus escenas.
Es de destacar que Kurosawa se inspira para hacerla en el trabajo de John Ford, el destacado cineasta Norteamericano, especialista en el género del western (el cine de superhéroes de su época), poniendo de relevancia la similitud entre el samurái y el vaquero, similitudes que harán que haya una constante retroalimentación entre películas de samuráis que inspiran westerns y viceversa.
Por lo mismo, entrando en el aspecto marcial, hay que señalar que Japón tiene una cultura de arte escénico marcial para obras teatrales, para cine, llamado Tate. Estaba fuertemente influenciado por el teatro Kabuki, teniendo las peleas una gran elaboración, casi como una danza, alejándose de lo que podría ser una pelea real.
Kurosawa quería coreografías poco elaboradas, pero realistas, para ello contrato a Yoshio Sugino maestro de la escuela Tenshin Shoden Katori Shinto Ryu, una escuela de esgrima y estrategia fundada en el siglo XVI, y considerada tesoro cultural intangible de la provincia de Chiba, para que entrene a los actores y diseñe las coreografías. Como resultado, la película tiene en sus escenas de acción un aire bastante realista y crudo que es otro de sus atractivos.
Como anécdota de interés, uno de los samuráis Kyuzo es considerado un maestro de la espada, silencioso y compasivo, se basó en el famoso Miyamoto Musashi; sin embargo, Seiji Miyaguchi, el actor encargado de interpretarlo, no había tomado una katana en su vida. El propio Miyaguchi confesó que Kurosawa no se preocupó y lo puso a entrenar intensamente para sus escenas, dando un resultado totalmente convincente, especialmente en el duelo donde es presentado el personaje, considerado, incluso hoy en día, uno de los mejores duelos del cine japonés.
En resumen, para los espectadores del siglo XXI, «Los Siete Samuráis» podría parecer una película anclada en otra época debido a su formato en blanco y negro, su extensa duración de más de tres horas y su ritmo pausado y contemplativo en ciertos momentos. Sin embargo, si logramos mirar más allá de estos aspectos y apreciar su riqueza, sin duda descubriremos que esta película tiene el potencial de cautivar a las audiencias actuales. De hecho, su legado es innegable, ya que ha dejado una huella profunda en todo un género cinematográfico y en numerosas producciones, incluyendo las contemporáneas. Así que a disfrutarla con confianza, ya que definitivamente vale la pena. Es un auténtico clásico y una verdadera obra maestra.
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