«Los lugares donde hemos sufrido y donde nos hemos roto son los que nos hacen más hermosos»
Kintsukuroi (金繕い)
La filosofía del kintsukuroi (también conocido como kintsugi), que significa «reparación con oro», tiene una aplicación poderosa en las artes marciales y, particularmente, en el karate. Ambas disciplinas comparten principios profundos sobre la superación personal, la aceptación de la adversidad y la transformación a través de las dificultades.
Origen e historia
La práctica del kintsugi se remonta al siglo XV en Japón, durante el período Muromachi. Según la leyenda, el shōgun Ashikaga Yoshimasa envió una taza de té rota a China para que fuera reparada. La taza volvió arreglada con grampas de metal, un método común en ese entonces, pero su aspecto era poco atractivo y funcional. Descontento con el resultado, Yoshimasa encargó a los artesanos japoneses que encontraran una solución más estética.
Estos artesanos desarrollaron el kintsugi, un método que utiliza una mezcla de resina de laca (urushi) y polvo de metales preciosos, como oro, plata o platino, para unir las piezas rotas. En lugar de ocultar las grietas, las resaltaron, transformando la pieza dañada en algo aún más bello que antes.
Filosofía detrás del kintsugi
El kintsukuroi no es solo una técnica manual, sino una expresión de la filosofía japonesa del wabi-sabi, que celebra la imperfección, la transitoriedad y la incompletitud. Según esta visión, las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse con orgullo, no ocultarse.
Esta práctica también simboliza una forma de resiliencia. Al igual que los objetos reparados con kintsugi, las personas pueden recuperarse de la adversidad, encontrar belleza en sus cicatrices y abrazar las experiencias que las transformaron.
El kintsugi ha trascendido su uso como técnica artesanal y se ha convertido en una metáfora poderosa.
Enseña que:
La ruptura no es el final: Los momentos difíciles y las heridas son una parte natural de la vida.
Las cicatrices tienen valor: Cada grieta cuenta una historia y nos hace únicos.
La reparación puede embellecer: Las experiencias duras no solo nos reparan, sino que nos transforman en algo más fuerte y valioso.
Hoy en día, el kintsugi es reconocido en todo el mundo como una forma de arte y como una filosofía de vida. Muchas personas lo aplican no solo en objetos, sino también como un símbolo en procesos de crecimiento personal, resiliencia y aceptación.
La idea central del kintsukuroi es simple pero poderosa: las heridas, si son tratadas con cuidado y respeto, no disminuyen el valor, sino que lo enriquecen. Esta lección, nacida en Japón, resuena profundamente en todas las culturas.
Kintsugi y Karate
Resiliencia y zceptación de las propias cicatrices. En el karate, los errores, decepciones y las lesiones suelen ser parte de la práctica. Estas experiencias no son vistas como fracasos, sino como oportunidades de crecimiento. Al igual que el kintsugi, que celebra las grietas reparadas con oro, los practicantes de karate aprenden a aceptar sus heridas, tanto físicas como emocionales, como parte de su viaje personal y su evolución.
El kintsukuroi enseña que las marcas del pasado no nos debilitan, sino que nos fortalecen y nos hacen más valiosos. En el karate, cada lección aprendida en el tatami representa una mejora, un paso más hacia el desarrollo personal, tanto físico como mental. Es un recordatorio de que la perfección no se encuentra en evitar el daño, sino en aprender de él y salir más fuerte.
Adaptación y Transformación de la Técnica
En el camino del karateka, cada técnica aprendida evoluciona con el tiempo. Los maestros enseñan que una técnica nunca es perfecta al principio y que necesita ser pulida y transformada continuamente. Este proceso de adaptación y mejora se asemeja al kintsugi, donde el objeto roto se repara para convertirse en algo diferente, más bello y valioso.
Los practicantes de karate a menudo deben modificar sus movimientos tras lesiones o cambios físicos por la edad, lo cual refleja el concepto de kintsugi: transformar la fragilidad en fuerza, aceptar las limitaciones y encontrar una forma de superarlas, adaptando las técnicas y estrategias de combate o práctica según la situación.
Superación de la Adversidad y el «Do» (Camino)
El concepto de «Do» en karate-do significa camino, y está relacionado con la práctica constante de la mejora personal. A lo largo del «camino», los practicantes enfrentan frustraciones, fracasos y dificultades. La filosofía del kintsugi enseña que estos momentos de rotura no son el final, sino parte del proceso. Los karatekas, como las piezas rotas reparadas con oro, deben integrar sus fallos y superaciones en su personalidad marcial, haciéndose más fuertes en el proceso.
El kintsugi se convierte en una metáfora para los momentos de derrota en combate o fallo en los entrenamientos. Es una invitación a ver estas situaciones como pasos necesarios para alcanzar un nivel superior de maestría, donde el «oro» es la sabiduría que se obtiene de cada experiencia difícil.
Espíritu Indomable (Fudoshin)
El fudoshin, o espíritu indomable, es un concepto fundamental en el karate. La filosofía del kintsugi refuerza este principio al mostrar que la verdadera fuerza no reside en ser inquebrantable, sino en la capacidad de recomponerse y seguir adelante después de cada desafío. Cada vez que un karateka se recupera de una lesión, un error o una derrota, su espíritu se fortalece y sus «grietas» se llenan de oro, haciendo que su voluntad sea aún más sólida y hermosa.
La filosofía del kintsukuroi nos recuerda que no hay valor en ser «perfecto» o «intacto»; el verdadero valor está en la capacidad de aceptar las propias debilidades y convertirlas en parte de nuestra fortaleza. En el karate, cada derrota, cada lesión y cada error son una oportunidad para crecer, y cuando se acepta y se trabaja con estas experiencias, el karateka se convierte en una versión más fuerte y hermosa de sí mismo, como una pieza de cerámica reparada con oro.
La práctica del kintsukuroi en la vida del karateka es una llamada a aceptar cada desafío, a encontrar fortaleza en la vulnerabilidad y a transformar cada rotura en una obra maestra, más resiliente y más valiosa que antes.
Luis Rodríguez García
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Nota sobre el autor
Luis Rodríguez García. Ingeniero superior en telecomunicaciones, empresario y formador en coaching deportivo y gestión empresarial con dos décadas de experiencia. Se destaca también por su expertise en neurociencia y coaching. Además de ser locutor de radio y conferenciante, ha dedicado años a la formación de personas, tanto deportistas como empresarios, utilizando el neuro entrenamiento para mejorar su rendimiento y eficiencia.
Amante de las artes marciales, ostentando el 1er Dan en Karate y Kuk Sool Won, practicando también Shaolin Kungfu y Kempo americano, su pasión por la mejora del rendimiento a través del neuro entrenamiento se refleja en las páginas de este libro.